El
humor
El
humor, aunque sea universal, no es en todas las literaturas el mismo tipo de
humor. No nos
reímos por las mismas cosas, ni, por decirlo así, de la misma manera.
El humor verbal de Inglaterra –las paradojas de Wilde, los diálogos de Bernard
Shaw, los epigramas del doctor Johnson– es menos físico que los irresistibles
garrotazos recibidos por don Quijote y Sancho e infinitamente más moralista que
los catálogos escandalosos de Gargantúa. La risa de García Márquez no es la
risa de Gogol o de Chejov. El humor argentino es ambiguo, dudoso; está siempre
al borde de aquella categoría que inventó Macedonio Fernández: el casi chiste.
Puede llegar a ser negro, herético, paródico, incluso absolutamente cómico,
pero siempre tiene un sarcástico matiz de crueldad (…).
Como
puntualiza el escritor argentino Abelardo
Castillo, los tipos de humor son muchos y todos ellos tienen su
correlato literario.
El
ridículo,
por ejemplo, es uno de los recursos más antiguos para generar comicidad. Y una
muestra ES El Quijote, lleno de
situaciones disparatadas a causa de la inflamación imaginativa de su
protagonista, producida por haber leído demasiados libros de caballería. Entre
los episodios más recordados, naturalmente, está el embate del Quijote a los
molinos de viento (representado en la ilustración de arriba),
por creerlos gigantes con los que se podía batir y así ganar gloria; la
aventura termina con él maltrecho y justificando su desajuste con la realidad
por un encantamiento momentáneo en su contra:
Calla,
amigo Sancho, respondió Don Quijote, que las cosas de la guerra, más que otras,
están sujetas a continua mudanza, cuanto más que yo pienso, y es así verdad,
que aquel sabio Frestón, que me robó el aposento y los libros, ha vuelto estos
gigantes en molinos por quitarme la gloria de su vencimiento: tal es la
enemistad que me tiene; mas al cabo al cabo han de poder poco sus malas artes
contra la voluntad de mi espada.
También
la parodia,
como en los cuentos de Roberto Fontanarrosa sobre el (inventado,
caricaturizado) autor de aforismos, Ernesto Esteban Echenique. Sus ojos se llenan de lágrimas con una
facilidad conmovedora. El simple hecho de contemplar una puesta de sol, el
vuelo de un ave, el alejarse de un ómnibus o bien, la sombra de una guía
telefónica proyectada sobre una pared, obtiene el milagro, repetido milagro, de
que sus pupilas se empañen y sus labios se vean estremecidos ante la inminencia
del llanto.
Otro
procedimiento es la
acumulación de absurdos que desafían nuestra lógica, como el
cuento “El zapallo que se hizo cosmos”, de Macedonio Fernández (ver recuadro).
Y el humor
negro, la suma
de equívocos, los
juegos de palabras, lo escatológico
(como en Gargantúa
y Pantagruel, de François Rabelais) y el extrañamiento, que
desautomatiza cómo percibimos el mundo; basta recordar el libro Sin noticias de Gurb,
de Eduardo Mendoza (crónica en primera persona de un extraterrestre caído en la
Tierra a través de cuya percepción podemos tomar conciencia de nuestros
absurdos humanos), o lãs instrucciones para lãs tareas más cotidianas y
sencillas, como subir las escaleras, de Cortázar:
Para
subir una escalera se comienza por levantar esa parte del cuerpo situada a la
derecha abajo, envuelta casi siempre en cuero o gamuza, y que salvo excepciones
cabe exactamente en el escalón. Puesta en el primer peldaño dicha parte, que
para abreviar llamaremos pie,
se recoge la parte equivalente de la izquierda (también llamada pie, pero que no
ha de confundirse con el pie antes citado), y llevándola a la altura del pie,
se le hace seguir hasta colocarla en el segundo peldaño, con lo cual en éste
descansará el pie, y en el primero descansará el pie.
Muchas
son las clases de humor y todas ilustrables en una larga lista de cultores. Ustedes, ¿con qué tipo de
humor disfrutan más? ¿Qué libros los han hecho partirse de la risa... o al
menos aligerar el ánimo y desfruncir el ceño para el resto de la jornada?
De LIBROS EN RED
https://br-mg6.mail.yahoo.com/neo/launch?.rand=393dt24kdb3if#2240143233
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